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Salud

Cómo la ‘dieta de las princesas’ incita a las menores hacia la anorexia

María P. Martínez
28/11/2025 11:25:00

El fenómeno se presenta con filtros rosas, voces suaves y tipografías que recuerdan a los cuentos de infancia. Pero, bajo esa apariencia edulcorada, la llamada ‘dieta de las princesas Disney’ esconde un engranaje mucho más oscuro: un mecanismo que empuja a niñas y adolescentes hacia prácticas propias de la anorexia y la bulimia. TikTok, con su algoritmo hipersensible a cada búsqueda, ha convertido este reto en un atajo directo a contenidos que promueven restricciones extremas, idealización de la delgadez y dinámicas que beben del legado de los antiguos foros pro Ana y pro Mía. Los trastornos alimentarios de siempre, pero ahora disfrazados de cuento.

Lejos de ser un entretenimiento pasajero, la tendencia funciona como una puerta de entrada emocional. No se trata solo de dietas absurdas —comer únicamente manzanas, beber solo té, dejar de comer al mediodía—, sino de un relato: el de ser una princesa perfecta a cualquier precio. El peso simbólico de los personajes, junto a la presión estética amplificada por las redes, hace que miles de menores reciban un mensaje concreto: el cuerpo ideal existe, es extremadamente delgado y se consigue mediante sacrificio. En este universo, la fantasía se convierte en disciplina y la disciplina en riesgo clínico.

La experiencia de quienes conviven con un trastorno alimentario confirma que estos retos no “entretienen”, activan. Contenidos que redirigen al pasado, que reavivan obsesiones, que ofrecen métodos y restricciones sin que nadie los haya pedido explícitamente. “El algoritmo te llama”, cuentan algunas jóvenes al diario EL PAÍS, y el mensaje rara vez se detiene en un solo vídeo. Así funciona la arquitectura emocional de TikTok: cuanta más fragilidad detecta, más intensifica lo que muestra.

Las advertencias también provienen del ámbito sanitario. Profesionales de salud mental y organizaciones como el Consejo General de Enfermería alertan de que estas prácticas rondan entre las 300 y 600 calorías al día, niveles incompatibles con el desarrollo físico y psicológico de un menor. Mareos, arritmias, distorsión de la imagen corporal, alteraciones hormonales, ansiedad, aparición acelerada de TCA. Y, sobre todo, un riesgo: que el juego se convierta en estilo de vida.

Cómo se camuflan los contenidos dañinos

La evolución digital ha permitido que los espacios de apología de la delgadez extrema muten para sobrevivir. Lo que antaño eran blogs explícitos hoy son retos envueltos en referencias pop y códigos diseñados para burlar los sistemas de moderación. No hablan de “anorexia”, sino de “día Ariel”, “día Pocahontas” o “día Blancanieves”. No promueven dejar de comer: lo convierten en una aventura aspiracional. La estética infantil actúa como llave, y el algoritmo hace el resto.

En plataformas como TikTok o X, bastan dos o tres búsquedas para que los contenidos empiecen a encadenarse. Desde ahí, proliferan enlaces a grupos de WhatsApp o Telegram, donde el control es prácticamente inexistente y la comunidad ejerce un papel seductor: pertenencia, confidencialidad, retos diarios y un lenguaje propio que normaliza el daño. Para adolescentes con baja autoestima o sensación de soledad, estos espacios funcionan como refugios tóxicos.

Una generación moldeada por la estética extrema

En España, más de 400.000 personas sufren un trastorno de la conducta alimentaria, según FITA Fundación. Desde 2020, los TCA han aumentado un 20%, y la edad de inicio desciende hasta los 10 y 11 años. Menores que aún no han desarrollado herramientas críticas consumen horas de vídeos donde la delgadez extrema se presenta como autocuidado, salud o disciplina emocional.

La presión estética no es un fenómeno aislado. Investigaciones recientes muestran que en más del 84% de películas infantiles se asocian rasgos negativos a personajes con sobrepeso. El mensaje, repetido en bucle desde la infancia, encuentra eco en redes sociales: el cuerpo ideal es uno solo. La pantalla dice cómo lograrlo, paso a paso.

Aunque existen intentos de regular estos contenidos —en Cataluña, incluso con sanciones económicas—, el alcance global de las plataformas hace que las soluciones sean insuficientes. Los filtros bloquean hashtags explícitos, pero no el camuflaje emocional ni los códigos en clave. Mientras tanto, miles de menores siguen expuestos.

Lo que parece un reto de TikTok es, en realidad, un síntoma: la demostración de que, cuando el algoritmo encuentra una vulnerabilidad, la explota. Y en este caso, la vulnerabilidad tiene nombre: la necesidad adolescente de encajar, de pertenecer, de parecer suficiente. @mundiario

por KaiK.ai